Puede parecer en un principio que, el título de esta entrada que hoy nos quiero dedicar a todos nosotros, es demasiado pretencioso o predecible. Pero viene al hilo de lo que quiero contar, de todo lo que necesito expresar. Unas palabras que he compuesto durante muchos días en mi cabeza y que, aún siendo así y a pesar de todo lo absorbido, me cuesta mucho dar forma y coherencia. Pensamientos aún abstraídos que me cuesta hilar y que siguen sin estar del todo despiertos.

Pero ha llegado el momento de empezar a valorar de verdad todo eso de lo que siempre estamos rodeados y que, a menudo, pasa desapercibido. Y es que, creo que, por fin he entendido el estrecho vínculo que existe entre el amor, la libertad y las pequeñas cosas. Porque, ¿quién no ha echado de menos estos últimos días estas tres cosas de la misma manera? Y es por eso por lo que, ¿no empiezan a pareceros exactamente la misma cosa?

Veo, a través de la misma ventana, la tristeza de todas las ciudades y de todos los pueblos del mundo. Veo también la extrañeza de las personas, la desolación del paisaje, todo el gris de la escena.

Vivimos atrapados en el eterno domingo. Sin conseguir hacer funcionar la primavera.

Pero HOY el drama termina aquí, no hay hueco para el catastrofismo en ningún manual de supervivencia. Lo cierto es que siempre he sentido mucha estima por la melancolía, pero estos días hemos acordado que también entre las dos mantendremos la distancia de seguridad.

Hoy quiero escribir sobre las buenas noticias…

La buena noticia es que no vamos a perdernos los unos a los otros. Tengo la extraña certeza de que hoy las personas estamos más cerca que nunca, que la distancia ahora se calcula con otras medidas menos precisas, pero más creativas, que nos tenemos presentes y sin condiciones. Que también esto pasará.

Tampoco perderemos los recuerdos, es ahora cuando laten más fuerte, cuando hacen más ruido.

Además, hemos descubierto que no solo existen los recuerdos del pasado, también existen los recuerdos del futuro, todos esos fragmentos de amor que me vais a regalar, que no serán pocos y que sí, también llegarán. Con más fuerza, más vivos.

Y, aunque solo el tiempo sabe cuándo volveremos a vernos, tengo el amor pegado en mis costillas. Hablo de todo el amor que me habéis regalado todas las parejas, familias y personas que he conocido y fotografiado.

Tengo todas esas fotografías muy cerca ahora y, con todas ellas en mi retina, os digo “gracias”.

Gracias por el amor, por la libertad y por las pequeñas cosas.